viernes, 16 de noviembre de 2007

DRUGSTORE COWBOY (1989)


Aunque Last Days, la última película que he visto de Gus Van Sant, me pareció insoportable (no así, por ejemplo, a Santiago Navajas) recuerdo con cariño una que estrenó en el año 1989.

Se trata de Drugstore Cowboy y en ella se narran las peripecias de un grupo de drogadictos liderados por Bob (Mat Dillon).
La acción transcurre a principios de los 70 entre atracos a farmacias para abastecerse de drogas y trapicheos varios.
La policía les sigue los pasos dado el amplio historial de robos y detenciones de Bob y su esposa Dianne (la guapa Kelly Lynch), así que deben esconder lo robado después de cada golpe no sea que les arruine la fiesta un registro inesperado.
El grupo protagonista está formado además de Bob y Dianne por otra pareja: Rick, mano derecha de Bob y Nadine, la más joven, inexperta y frágil de los cuatro.En su batalla por conseguir mantener su actividad delictiva sin ser descubiertos tienen algún que otro tropiezo. En un momento dado descubren que están siendo vigilados por la noche; entonces Bob idea un plan para escarmentar a los agentes. El resultado, inesperado, trae como consecuencia un tiroteo y un policía malherido.




Pero los problemas no hacen sino aumentar hasta que se produce un trágico acontecimiento.
Es en ese momento cuando Bob, presa del pánico, se intenta alejar del peligroso mundo por el que ha deambulado desde su adolescencia. Esta parte de la película es la vuelta a la realidad del supersticioso Bob, la desintoxicación, el trabajo en una fábrica, la vida en una habitación de un hotelucho de mala muerte y...Un encuentro.



El padre Tom (William Burroughs) es un sacerdote anciano y también drogadicto que ha ido a parar al mismo lugar que Bob.
Juntos dan paseos y recuerdan los viejos tiempos de cuando Bob era monaguillo y conoció al desprendido padre Tom.

El benevolente padre Murphy, el junkie más importante de toda la costa. Cuando tenía algo lo compartía con los que no teníamos. Era muy generoso. Tom era el rey. Estaba a salvo en esta vida y en la otra también. Llevaría ya metido más de un millón de dólares.

La nueva y rutinaria vida, aun con sus dificultades, parece que no le va mal del todo a Bob, pero deberá hacer frente a los fantasmas del pasado.
Nuevas y violentas generaciones de junkies lo llevarán finalmente a la mayor farmacia de la ciudad, aunque no de la manera que él habría pensado.
En fin, un gran film, veraz y con una actuación soberbia de Matt Dillon, una original y bonita fotografía y la aparición estelar de William Burroughs haciendo, casi, de sí mismo.


Abajo, William Burroughs.

2 comentarios:

Mastieno dijo...

Para mí el mejor momento es cuando el protagonista, cuando se está rehabilitando, comenta: "ahora siento que cada día me puede pasar algo bueno", o algo parecido. Pese al halo de aburrimiento con que Van Sant dibuja esa nueva vida, ese comentario representa una realidad como un castillo. No son tan "guays" los vicios como suelen pintarlos los progres.

Mr. Hyde dijo...

Estoy de acuerdo contigo, Heartist. Viendo la película queda claro que el juego con según que sustancias acarrea muy serios problemas. Es en el momento de mayor soledad y desazón cuando Bob le dice esas palabras que citas a la que fuera su mujer; y cuando las pronuncia queda claro que quiere vivir sin colorear la existencia con Dilaudid.
Gus Van Sant no volvería a alcazar ese nivel.