sábado, 29 de septiembre de 2007

Bebiendo solo a la luz de la luna.

Dedico las siguientes líneas a mi amigo Eugenio, que comparte conmigo la admiración por el gran rapsoda oriental Li Po.
Leyendo el monumental libro de Antonio Escohotado Historia General de las Drogas, en el episodio dedicado a vinos y licores encontré por primera vez el nombre de Li Po (701-762).
Conocido también como Li Bai, este poeta chino ya mostró afición por la literatura desde niño. En su educación tuvo como guía el Tao y el confucianismo; también recibió lecciones de caballería andante, demostrando soltura en el manejo de la espada. Siendo joven vivió un tiempo en un templo taoísta y luego se dedicó a la vida errante y bohemia. Dado lo veleidoso de su carácter se casó al menos tres veces, dilapidó en un año una fortuna considerable y participó en la rebelión de Ngan Lu-shan. Fundó la cofradía de los "Seis ociosos del arroyo de los bambúes" y la de los "Ocho inmortales de la copa de vino", dedicadas a beber y a la poesía.
Cuenta la leyenda que murió en una noche de borrachera tratando de abrazar la luna reflejada en el río Yangtse.
En su obra, sencilla en apariencia, destacan el gran dominio de la metáfora, las imágenes deslumbrantes y el uso de la hipérbole.
Fue autor de himnos bélicos, cantares báquicos, baladas y elegías. Se conservan algunas composiciones en prosa y un gran número de poesías.
Es uno de los dos poetas más importantes -junto a Du Fu- de la literatura china.
A continuación, uno de sus cantos:

A BEBER

¿No veis, mis queridos amigos,
que, cayendo del firmamento,
las aguas del río Amarillo
se precipitan adelante
para fundirse con el mar?
¿No veis que en la gran sala,
el espejo plateado
refleja los cabellos canos,
que los hilos de seda,
negros por la mañana,
se han hecho blanca nieve
al llegar el crepúsculo?
¡Entreguémonos a libar mientras podamos,
y no dejemos vacía la copa dorada junto a la luna!
Los dones que me otorgó el cielo
no se han de desperdiciar.
Gastadas mil monedas de oro,
volveré a tener otras tantas.
¡Que nos guisen corderos!
¡Que nos maten reses y festejemos!
¡Vaciemos trescientas copas
en un solo encuentro!
Vamos, maestro Quin y querido Dan Qiu.
No dejéis vuestras copas ni un momento.
Os voy a cantar una balada,
y escuchadme todos atentos:
Para mí no importan nada
gongs, tambores ni manjares.
Sólo deseo una ebriedad perpetua.
Los santos y sabios del pasado
se quedan todos en el olvido.
Mientras que permanece siempre intacta
la fama de los grandes bebedores.
El príncipe Chen aprovechó bien su tiempo:
En el palacio de Paz y Delicias,
se entregaba a las orgías
con los licores más deliciosos.
Ahora te pido vino, tabernero,
¿por qué nos dices que no alcanza el dinero?
¡Ven, muchacho, y trae al momento
mi corcel tordo y mi abrigo
exornado con cien pedazos de oro!
Los trueco por vinos generosos,
que vierto en vuestros vasos
para ahogar juntos la tristeza de mil años.

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