"La búsqueda de agua potable no contaminada es tan antigua como la propia civilización. Tan pronto como hubo asentamientos humanos masivos, las enfermedades relacionadas con el abastecimiento, tales como la disentería, se convirtieron en poderoso cuello de botella poblacional. Durante gran parte de la historia de la humanidad, la solución a este problema crónico de salud pública no consistió en potabilizar el agua. La solución fue beber alcohol."
También hay que tener en cuenta que pese a los problemas que causa el alcohol, en épocas tempranas de la historia y, volviendo a Johnson, "morir de cirrosis de hígado a los cuarentaitantos era mejor que morir de disentería a los veintitantos."
La conclusión de Johnson es que el consumo de cerveza libró a muchos de morir y mejoró la especie genéticamente:
"Para evitar la peligrosa agua, la gente tenía que beber grandes cantidades de, por ejemplo, cerveza. Pero para digerirla, los individuos necesitaban un rasgo genético que no todo el mundo posee. Johnson lo describe como la capacidad del organismo para responder a la ingesta de alcohol incrementando la segregación de unas enzimas determinadas llamadas deshidrogenasas alcohólicas. Esta capacidad es controlada por ciertos genes del cromosoma IV en el ADN humano, genes que no están distribuidos uniformemente entre todo el mundo. Aquellos que carecían de este rasgo no podían, como reza el refrán, "retener su licor". Así, muchos murieron tempranamente y sin descendencia, bien por la toxicidad del alcohol o debido a las enfermedades provenientes del suministro del agua.
Los perfiles genéticos de los asentamientos humanos pasaron a estar progresivamente dominados por los supervivientes, es decir, por aquellos genéticamente preparados para, bueno, beber cerveza: "La mayor parte de la población mundial de hoy," escribe Johnson, "se compone de los descendientes de aquellos primeros bebedores de cerveza, de quienes hemos heredado buena parte de la tolerancia genética al alcohol."
El estudio de Johnson concluye que aquellos que no vivieron en las ciudades y por tanto no pasaron la criba, desarrollan actualmente unos niveles alarmantes de alcoholismo.
Pero yo, que me preocupo por la salud de mis lectores, les quería recomendar el consumo de cerveza para combatir los estragos del calor. Y recordarles lo mucho de beneficioso que tiene esta bebida, que estimula el apetito, contiene poco azúcar y nada de materia grasa (un tercio de cerveza aproximadamente tiene 150 kCal). Por otra parte es digestiva y aporta fósforo y vitaminas solubles del grupo B, eso por no hablar de los polifenoles, antioxidantes naturales que nos previenen de enfermedades cardiovasculares y frenan el envejecimiento.
Rindamos pues culto a la diosa Deméter/Ceres, que nos trajo los cereales, y reconozcamos la inteligencia de las civilizaciones mesopotámica y sumeria, que ya trasegaban el preciado líquido en tiempos tan remotos.