Este tipo de iniciativas, o similares cadenas que inundan los correos electrónicos son, como mínimo, ridículas, y no porque tengan poco seguimiento, sino que desde su misma raíz están equivocadas. Son fruto del caletre de malthusianos y amigos del apocalipsis, que nos llevan dando el tostón ya ni se sabe los años.
Siempre he pensado que si hiciéramos caso de la prédica ecologista estaríamos abocados a un final tan trágico como el del pobre protagonista de Wicker Man, víctima de una pagana secta que rinde culto a la madre tierra. La misma Madre Tierra que se cepilla miles de vidas por un golpe de mar o hace temblar sus entrañas para engullir a hombrecillos cada cierto tiempo.
La única opción consecuente con sus mismas teorías (véase si no la filosofía del primitivista John Zerzan) es animar a la gente al suicidio en masa, a la manera de Soylent Green y predicando con el ejemplo, claro está. Imaginen una tierra sin la horrible presencia del ser humano, donde las fierecillas y la vegetación todo lo invadan. He aquí, por fin, el paraíso ecologista, la vuelta a los orígenes. O sea, a la nada.
Ya que según el eminente científico Hugo Chávez el capitalismo destruyó la vida en Marte, abandonemos de una vez, dejemos respirar a la Tierra.
Pueblos del mundo, extinguíos.
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